ENTENDIENDO EL APEGO
AFECTIVO
La
ausencia de amor nos ha preocupado mucho más que el exceso afectivo. No nos
impacta tanto el amor desmedido, como el desamor. Sobrestimamos las ventajas
del amor y minimizamos sus "desventajas". La adicción afectiva es el peor de los
vicios. Sólo se justifica amar cuando podemos hacerlo limpiamente, con
honestidad y libertad.
ACLARACIONES Y MALOS
ENTENDIDOS
El apego es adicción
Cuando
el apego está presente, entregarse, más que un acto de cariño desinteresado y
generoso, es una forma de capitulación, una rendición guiada por el miedo con
el fin de preservar lo bueno que ofrece la relación.
No puede esperar a desenamorarse para
dejarlo. Primero debe aprender a superar los miedo que se esconden detrás del
apego.
El deseo no es apego
El
gusto por la droga no es lo único que define al adicto, sino su incompetencia
para dejarla o tenerla bajo control. Querer algo no es malo, convertirlo en
imprescindible, sí. Si la urgencia por verla no te deja en paz y tu
mente se desgasta pensando en ella; bienvenido al mundo de los adictos
afectivos.
El desapego no es
indiferencia
El desapego no es desamor, sino una manera sana de
relacionarse,
cuyas premisas son: independencia, no
posesividad y no adicción. Desapegarse no es salir corriendo a buscar un sustituto
afectivo. No podemos vivir sin afecto, nadie puede hacerlo pero sí
podemos amar sin esclavizarnos.
El apego desgasta y
enferma
“No es bueno poner
todos los huevos en la misma canasta”; definitivamente, hay que repartirlos.
LA INMADUREZ
EMOCIONAL: EL ESQUEMA CENTRAL DE TODO APEGO
“Inmadurez”
se acopla mejor al escaso autocontrol. Tres manifestaciones más importantes de
la inmadurez emocional relacionadas con el apego afectivo en particular: (a)
bajos umbrales para el sufrimiento, (b) baja tolerancia a la frustración y (c)
la ilusión de permanencia.
a) Bajos umbrales para el sufrimiento o la ley del mínimo
esfuerzo
Ser
melindrosos, sentarse a llorar ante el primer tropiezo y querer que la vida sea
gratificante las veinticuatro horas, es definitivamente infantil.
No será capaz de renunciar a nada que le guste, pese a lo
dañino de las consecuencias y no sabrá sacrificar el goce inmediato por el
bienestar a mediano o largo plazo; es decir, carecerá de autocontrol.
¿Usted
tiene conciencia de la gravedad de lo que está ocurriendo? ¿Realmente no sabe qué hacer? ¿O
sí sabe, pero no es capaz? … Usted no quiere ver la realidad, porque no
quiere perderlo. Las grandes decisiones siempre conllevan dolor,
desorganización y perturbación. La vida no viene en bandeja de plata.
El
pensamiento central de la persona apegada afectivamente y con baja tolerancia al sufrimiento, se
expresa así:
“No soy capaz de renunciar al placer/bienestar/seguridad
que me brinda la persona que amo y soportar su ausencia. No tengo tolerancia al
dolor. No importa qué tan dañina o poco recomendable sea la relación, no quiero
sufrir su pérdida. Definitivamente, soy débil. No estoy preparado para el dolor”.
b) Baja tolerancia a la frustración o el mundo gira a mi
alrededor
“Si
las cosas no son como me gustaría que fueran, me da rabia”. Lo
infantil reside en la incapacidad de admitir que “no se puede”. Si a un
niño malcriado, se le niega un juguete con el argumento real de que no se tiene
el dinero suficiente para comprarlo, él no entenderá la razón, no le importará.
El
“Yo quiero” es más importante que el “No puedo”.
Cuando
su media naranja les dice: “Ya no te quiero, lo siento”, el dolor y la angustia
se procesa solamente de manera autorreferencial: “¡Pero si yo te quiero!” Como
si el hecho de querer a alguien fuera suficiente razón para que lo quisieran a
uno. La rabieta puede incluir cualquier recurso, con tal de impedir el
abandono. El fin justifica los medios.
El
pensamiento central de la persona apegada afectivamente y con baja tolerancia a la frustración, se
expresa así:
“No soy capaz de aceptar que el amor escape de mi
control. La persona que amo debe girar a mi alrededor y darme gusto. Necesito
ser el centro y que las cosas sean como a mí me gustaría que fueran. No soporto
la frustración, el fracaso o la desilusión. El amor debe ser a mi imagen y
semejanza”.
c) Ilusión de permanencia o de aquí a la eternidad
La permanencia del
proveedor garantiza el abastecimiento. Aunque es claro que nada dura para siempre
(al menos en esta vida el organismo inevitablemente se degrada y deteriora con
el tiempo), la mente apegada crea el anhelo de la continuación y perpetuación ad infinitud: la inmortalidad.
Aceptar que nada es para toda la vida no es pesimismo
sino realismo saludable. Incluso puede servir de motivador para beneficiarse del
aquí y el ahora. Esta es la razón por la cual los individuos que logran aceptar
la muerte como un hecho natural, en vez de deprimirse disfrutan de cada día
como si fuera el último.
La incertidumbre forma parte del amor, como de cualquier
otra experiencia.
El
realismo afectivo implica no confundir posibilidades con probabilidades.
Una persona realista podría argumentar algo así: “Hay muy pocas probabilidades de que mi relación se dañe, remotas si se
quiere, pero la posibilidad siempre
existe. Estaré vigilante”. Una persona ingenua se dejará llevar por la
idea romántica de que ciertos amores son invulnerables e inalterables. La
aterrizada puede ser mortal.
El
pensamiento central de la persona apegada afectivamente y con ilusión de permanencia, se expresa así:
“Es imposible que nos dejemos de querer. El amor es
inalterable, eterno, inmutable e indestructible. Mi relación afectiva tiene una
inercia propia y continuará para siempre, para toda la vida”.
'Amar o Depender', Walter Riso.